Reflexiones, ideas y anécdotas de una mamá puérpera...

viernes, 29 de julio de 2011

Para empezar... mejor por el principio!

Me dispongo a explayarme, en mi primera entrada... ta tan ta taaaaan! Como ya conté por algún otro lado, soy Flor, mamá de Luca de 7 meses, tengo 27 años y estoy nadando en un mar de hormonas puerperales. Haciendo honor al momento mágico y caótico que estoy viviendo, voy a redactar el día en que empezó, es decir, mi parto respetado, mi parto tan amado. Aquí va!


   Luca ya tiene siete meses. Han pasado siete meses desde aquel 23 de diciembre en el que nació y a medida que nos vamos alejando de ese día lo voy recordando aún más.
   Fue el 9 de abril del 2010, por la tarde, cuando esas dos rayitas aparecieron y nos confirmaron lo que veníamos deseando: nuestro primer hijo ya estaba en camino. La alegría, la sorpresa y la emoción nos mantuvo durante cinco minutos diciendo: “¡¿Y ahora qué hacemos?!”, “¡No sé!”, contestaba yo. Una vez que pudimos avivarnos un poco del aturdimiento (nunca fue del todo, maravillosamente aún no lo es), pasamos al siguiente paso lógico (después constataría yo que no lo es tanto) y sacamos turno con un obstetra.
   Primera consulta, toma de datos, confección de fichita, órdenes para estudios, te veo la próxima. No me cerró. ¿No hay nada más para decir? ¿Alguna recomendación? ¿Nada de nada? Segundo obstetra, ídem anterior, pero un poco (solo un poco) más cálido. Con él transcurren algunos meses, pero con el correr del tiempo, me doy cuenta que no sabía mi nombre, que las consultas solo se limitaban a ver resultados de estudios y hacer órdenes para los del mes siguientes (luego me enteré que algunos de ellos eran optativos). Angustia. Luego de cada control, angustia. “¿Voy a confiar en esta persona para vivir uno de los momentos más importantes de mi vida?”. Poco entusiasmo con el parto, ganas de que no llegue, temor. ¿Temor a qué? Si se supone que la seguridad está AHÍ. La cosa seguía sin cerrarme.
   Llegué a Marina alrededor del 5to. mes de embarazo. Recuerdo que fueron dos cosas puntuales las que iniciaron la búsqueda que me llevó a ella (aunque claro, yo todavía no sabía que la había iniciado). Por un lado el trato frío, impersonal, breve de los obstetras. Por el otro, algo que me llamaba poderosamente la atención: la episiotomía.  Pensaba: ¿Cómo puede ser que el cuerpo de la mujer se adapte durante 9 meses al crecimiento de otro ser en su interior y sea necesaria una intervención como la episiotomía para que ese ser pueda salir? Yo estaba viviendo el cambio día a día, observando a mi cuerpo modificarse para contener, alimentar y proteger a mi bebé, cómo podía ser que no esté listo para dejarlo salir sin que lo tengan que cortar?. Y que esto sea así en TODAS las mujeres. No. Yo quería probar si podía, si podía sin la episiotomía, si podía sin la anestesia, porque cómo dar por sentado que era necesaria si nunca había parido, si no conocía mi umbral de dolor. Bueno, ya iba teniendo en claro esas cosas, lo que NO quería, pero el obstetra… ¿lo respetaría? Empecé a leer en Internet, sobre el parto respetado, el parto humanizado, sobre el respeto de los cuerpos, de los tiempos, sobre el parto como proceso vital y no patológico… y debo decir… me entusiasmé. Tiré del ovillo y este se empezó a desarmar ante mis ojos. Peridural, oxitocina artificial, posición de litotomía. Una cosa le sucedía a la otra y del otro lado de la balanza: parto respetado, parto humanizado, parto… en casa. ¡Clic! ¡Clic! ¡Clic! Casi pude oír conectarse mi mente, con mi cuerpo, con mi corazón. ¡Sí! Eso es lo que busco, eso es lo que SIENTO correcto PARA MI, sólo que no sabía que era posible, que existía.
   Y llegué a la página de Marina y me enamoré de las fotos (me gusta mucho la fotografía) y vi calidez y vi simpleza.
   Había descubierto otra posibilidad, pero sabía que no estaba sola en todo esto, también estaba mi compañero, Andrés. Nerviosa, al volver del trabajo, en la cocina, poco a poco le fui contando mi descubrimiento, rogando por dentro que estuviera abierto por lo menos a la posibilidad de informarnos. Me sorprendió (aunque en realidad no se por qué tanto, ya que es un gran compañero) y me dejó pasmada cuando me respondió: “El parto va a ser como vos necesites que sea… y yo te voy a acompañar”. ¡Qué felicidad saber que ya lo tenía a bordo de este viaje!
   Me puse en contacto con Marina, escribiendo un mail, contando nuestra situación. Al poco tiempo recibimos su respuesta y concertamos nuestro primer encuentro en su casa. Calidez, mates, Ulises (su bebé) entre nosotros, charla, deshago, preguntas, dudas, expectativas, deseos, todo eso en 3 horas increíbles. Antes de irnos “vamos a escuchar a Luca”, lo escuchamos todos y nos enseñó cual era el latido de su corazón y cual el del cordón umbilical. Esa es una de las cosas que más me gustan de mi partera (si, el verbo en tiempo Presente, porque así la siento) la generosidad de compartir su conocimiento (más adelante le enseñaría a Andrés a buscar a Luca en la panza y a saber en qué posición se encontraba). Nos fuimos con material para leer. Y yo estaba… ¡CONTENTA!
   Así fueron sucediendo los encuentros y los meses y transformé y resignifiqué la idea de “dolor”. Me dí cuenta que mis miedos tenían que ver con no ser respetada ni acompañada como yo necesitaba. En cada uno de nuestros encuentros pude hablar, preguntar, pensar nuestro parto. Marina nos proporcionó mucho material de lectura interesantísimo, como así también videos y documentales. Empezaron a circular por mis manos Michel Odent, Ina May Gaskin, Frederick Leboyer, Laura Gutman. También fui leyendo testimonios de otras mamás, experiencias, relatos. Las semanas pasaban y la fecha probable de parto se acercaba: 14 de diciembre, nos dijeron Marina y Olga “15 días antes o 15 días después”. Yo trabajé hasta la semana 36.
   Pasó la fecha, todos se empezaban a poner ansiosos y el “¿Y… para cuando?” era la pregunta que respondía más a menudo.
   Yo estaba tranquila, sin nervios pero expectante. Habíamos preparado todo lo que necesitábamos en casa. Solo quedaba esperar. Y esperamos. Pero cada día que pasaba se acercaba a otra fecha, a la fecha límite. Recuerdo la última reunión con Marina en donde acordamos que si no pasaba nada durante esa semana, el próximo lunes 27 a las 8:00 de la mañana debería estar en la clínica para la inducción con nuestro obstetra de apoyo. ESO SI ME DABA MIEDO. Empecé a sentirme cada vez más ansiosa, temerosa de que las cosas no fueran como lo habíamos deseado, planificado. Tuve que trabajar esos sentimientos y dejar que todo fluya y que sea lo que sea.
   Marina nos había confeccionado un plan de medidas naturales de inducción que progresivamente día a día se irían sumando una a otra: homeopatía, te de hojas de frambuesa, caminatas de 25 minutos, hacer el amor, ir a una pileta y estar en el agua, etc. Como último recurso estaría la posibilidad de romper la bolsa. Pero… no fue necesario tanto, porque en la noche del tercer día de comenzar con todas estas “ayuditas” llegaron las contracciones. En un principio no estaba segura de que lo fueran, ya que sólo una parte de la panza se ponía dura (la consigna generalmente es que se ponga dura toda la panza). No sentía dolor, pero yo sabía que sería así, ya que había aprendido que la intensidad iría incrementando con el pasar del tiempo. Eran las 22:30 aproximadamente y con Andrés nos acostamos. Pude dormir, aunque cada tanto me despertaba entre contracción y contracción. Recuerdo que me concentraba en relajarme y respirar, sabía que el trabajo podría llegar a ser muy largo y no me quería cansar. Por la mañana la intensidad de las contracciones efectivamente había aumentado, junto con la frecuencia y duración, pero yo todavía estaba “acá”. Llamamos a Marina y le contamos. Quedamos en volvernos a llamar en un rato. Me recomendó que me diera un baño de inmersión y que descansara. Eso hice. Las contracciones subían en intensidad y al llamar a Marina decidió que ya era momento de que se sumaran al grupo.
    Cuando Marina llegó, después del mediodía, ahí sí que yo ya no estaba “acá”, estaba “allá”, en ese estado tan especial donde me sentí metida dentro mío, escuchando mis pensamientos, mi respiración. Yo conmigo misma. Sola pero no en soledad. Sentada en el borde de la cama, con los ojos cerrados, inspirando y expirando, recién después de un rato me percaté que Marina había llegado, ya que en silencio se arrodilló a uno de mis costados. Cuando abrí los ojos la vi y me sonrió y suavecito me dijo: “Vas bien diosa” y la vi contenta, entusiasmada. Marina me tuvo que tactar, para saber que efectivamente el trabajo de parto había comenzado y en qué punto estaba, ya que era necesario colocarme un antibiótico (sino este paso se hubiera obviado). Siempre con dulzura, siempre explicándome, me contó que ya tenía 5 cm de dilatación. ¡Era un muy buen augurio! Pero yo en mi interior no me quería aferrar a nada que me indicara una medida de tiempo, sabía que los trabajos de partos de primerizas son largos, y que aunque haya un buen progreso, el trabajo puede detenerse en cualquier punto (sobre todo por causas emocionales) y quedar ahí por horas. Entonces esto lo tomé con pinzas.
   Me bañé nuevamente. Cuando salía de mi ensimismamiento, le preguntaba a Andrés “¿Y vos…cómo estás?” (después nos reímos mucho de esto). Supongo que preguntaba porque no sabía como se veía todo desde afuera… yo estaba muy adentro mío.
   Al salir del baño, las contracciones más intensas. Recuerdo que fui nuevamente a mi bordecito de la cama, misma postura, ojos cerrados, respiración y sonidos que acompañaban el vaivén de mi cuerpo, que iba de derecha a izquierda y viceversa (era como si me acunara todo el tiempo, si me quedaba quita el dolor se sentía más). En un momento en chiste le dije a Andrés que me parecía a Ray Charles.
   Más intensidad, mayor duración y más frecuencia en las contracciones, y de repente ¡ganas de pujar! Y le dije a Marina, sorprendida porque no pensaba que tan pronto iba a estar pujando. Ella me contestó que haga lo que mi cuerpo me pedía. Me paré y comencé a pujar. La sensación es arrebatadora, todo el cuerpo pide pujar, es imposible resistirse. La posición que me resultaba más cómoda era sentada, probé caminar y otras posiciones (cuclillas, en cuatro, etc.) como me sugerían, pero si bien notaba muchos beneficios en el momento de pujar al tener tanta retención de líquido mis piernas me molestaban mucho. Iba cambiando, me abracé a Andrés y él me sostuvo, hasta que llegué al banquito de parto… ahí me quedé. Marina me contó que faltaba muy poquito para ver la cabecita, y me propuso tocarla pero dije que no. No porque me diera impresión, sino por lo mismo que no me aferré a los centímetros que había dilatado, no quería nada que me indicara un parámetro de duración. Al rato me lo volvieron a ofrecer, y lo pensé nuevamente y dije, que si, porque no me quería perder nada. Lo mismo pasó cuando se vió la cabecita, me ofrecían traerme un espejo y yo: “No”. Hasta que aflojé y dije si. Y lo vi.  Pero todavía faltaba y ya empezaba a sentir la sensación más complicada durante todo el parto: el ardor. Si, eso SI que fue difícil. Porque era mucho, porque era constante, porque parecía no terminar más, porque era un fuego. Y creo que ahí puse en cada pujo toda mi fuerza, porque necesitaba que ese ardor se aliviara. En un momento sentí un ¡tac! Supuse lo que era, pero no le di mayor atención, seguía pujando. Hacía rato mis sonidos se habían transformado en gritos, gritos que para mi sorpresa no eran de dolor, eran de fuerza, de potencia, de poder. Ese tipo de grito salvaje que antes de ser gritado por mi lo fue gritado por tantas otras mujeres. Y en un momento salió la cabecita, y Marina mientras me pedía que esperara a la próxima contracción para pujar desenredó las tres vueltas de cordón del cuellito, pero yo ya no podía detenerme, no podía contener esa fuerza arrolladora, y Luca…nació.
   Al segundo lo tuve en mis brazos y me sorprendí de su peso al recibirlo (3.900 Kg. luego lo supimos), lo miré, di la bienvenida. Andrés a mi lado. Éramos una familia.
   Marina me revisó y si, ese clic que sentí fue un pequeño desgarro, pero eso, yo ya lo sabía. Me realizó los pocos puntos necesarios. A partir de ese momento, mis ojos solo podían observar ese hermoso ser, mi atención estaba focalizada allí, era como una fuerza magnética, la atracción más poderosa que sentí jamás.
   A los pocos minutos nuevas contracciones y necesidad de pujar, pero esta vez, para expulsar ese órgano maravilloso llamado placenta, que nutría a mi pequeño. Yo no la vi, no podía, estaba hipnotizada por ese milagro perfecto en mis brazos.
    Una vez que el cordón umbilical dejó de latir, indicándonos que la placenta le había brindado su último esfuerzo y con ello valiosos nutrientes, Andrés lo cortó.
   Helado para celebrar y toda la vida para atesorar este recuerdo, para nutrirnos de él, para saber cómo llegamos hasta aquí y como debemos seguir: respetándonos, amándonos.
   Fuimos también acompañados por Marina y Olga en los tiempos posteriores, esos que son puro aprendizaje y particularmente nos brindaron mucho apoyo en lo que se refiere a lactancia.
   Hoy puedo decir que luego de informarme y leer supe que parir en casa y con parteras tiene muchísimos beneficios y ventajas, como el respeto de los tiempos naturales y la no aplicación de métodos invasivos, el apropiarse del parto y estar acompañada por una mujer que te ha conocido, que te ha escuchado y te ha descifrado.
   Hoy puedo afirmar que luego de parir en casa y con parteras, ya nada es igual en mi, descubrí una voz, como una pulsión, que me fue guiando, la cual me dice que con  apego es nuestra manera de crecer, que el colecho es lo que necesitamos, que la lactancia materna es a demanda, y que los tiempos sólo lo marcan el ritmo de nuestros corazones. Es por ello que a esa voz jamás quiero dejarla de escuchar.                       

    
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17 comentarios:

  1. te quiero amiga!!! lindo que escribas todo lo que alguna vez me contaste y me abrió la cabeza!!!!

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  2. Diana: gracias por pasar!!! es un gustazo
    Agos: qué decirte... qué hermoso que lo que viví te haya llegado a algún rinconcito de tu ser. Te quierooooooooo

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  3. Amigaaaaaaaaaaa!! No se por donde empezar!!
    Recuerdo como si fuese hoy el dia en que nos sentamos a comer en carlitos y nos dijiste que ibas a parir en tu casa. Me puso tan FELIZ!!!! Sabes que siempre te admire como mujer, desde que nos conocimos. Sos un ejemplo para mi de hija, de hermana, de amiga, de mujer y de MAMA. El dia que me llego tu mensajito avisandome que Luca habia nacido y que vos habias parido en tu casa, salte de la alegria!
    Comparto eso que decis que al leer relatos de partos domiciliarios te emocionas, no podes parar... Es asi! A mi me pasa! Y la verdad que hoy ya no puedo imaginarme pariendo en una clinica. Ya no. Gracias por animarte antes que yo y por enseñarme tantas cosas.
    TE AMO!! Mi hija no podria tener una madrina mejor...

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  4. Todavía recuerdo ese día amiga, como si fuera ayer. Y a ese recuerdo lo acompañan otros, donde estás vos escuchandome, aconsejandome, emocionandote. El camino que emprendí fue hermoso y siempre te sentí a mi lado, por eso y por el regalo más lindo que me hicieron, que ya casi casi pisa los dos añitos es que voy a estarte agradecida por SIEMPRE...
    Espero acompañarte en tu próxima travesía tan amorosamente como lo hiciste vos conmigo.

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  5. Estoy llorando... qué lindo relato!!!! Qué lindo viaje! Y qué lindo poder decir que sé de lo que hablás!!!!

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  6. ROSANA UNA ABUELA FELIZ2 de agosto de 2011, 17:30

    Hija que hermoso relato!!!Cuanta emoción,hasta los puedo imaginar!!!
    Vos sabes que me cuesta un poco este medio para expresarme,pero quiero que sepas lo orgullosa y feliz que estoy,sabiendo que descubriste el poder que encierra el cuerpo de una mujer.
    Tu búsqueda dio frutos por que partía del respeto hacia vos misma y el amor por Andrés y Luca.
    Gracias por compartir, gracias por la confianza, por permitirme estar cerca,
    GRACIAS POR MI NIETO LUCA!!!!
    GRACIAS POR TANTA ALEGRIA

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  7. Gracias a vos mamá y abuela Rosi. Gracias por tu apoyo, por tu compañía, tu escucha, tu fe y confianza en mi. Este viaje no hubiera sido lo mismo si no te contaba conmigo a bordo. Te quiero mucho MAMÁ!

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  8. Meliiii me alegro mucho que te haya gustado el relato, como te conté se me hacia dificil soltarlo... pero aquí está como una botellita flotando en mar, para que otras mujeres sepan que se puede parir y nacer asi, como lo hicimos vos y yo, como lo hicieron Ona y Luca...

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  9. Flor… espectacular lo que escribiste, me hiciste emocionar, y recordar mis partos, ambos naturales pero distintos cada uno de ellos. Habiendo pasado por un camino similar al tuyo entiendo lo que sentís, igualmente quiero darte las GRACIAS, tu manera de ver la maternidad, que es súper natural, como debería ser, es inspiradora; me abriste un nuevo camino, que hágala lo hubiera descubierto antes, entendí porque hice muchas de las cosa que hice con mis hijos (como tenerlos a upa o dormir con ellos) porque era lo que me salía naturalmente, más allá de lo que me decían los demás, y ahora sé que hice lo correcto aunque en ese momento no estaba muy segura.
    Gracias por compartir tus experiencias y sacarnos las vendas, que la mayoría, tenemos en los ojos.
    Miles de besos para vos, y para tu pequeño Luca.

    Mica.

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  10. Que emocion! se me llenaron los ojos de lagrimas. Yo me acuerdo de Pao contandonos de su amiga Flor, de Luca, del parto en casa...leerlo de vos es impresionante. De verdad llega al corazón y hace que, a pesar de no conocerte, te sienta cerca, como mujer y como mamá. Gracias por compartir esto tan intimo con el resto de nosotras.

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  11. Mica yo te agradezco a vos, por leerme. Me llena de alegría y emoción que mis palabras hayan sido un nexo de conexión con tus propios recuerdos, con tus propias experiencias. Y me alegro aún más por vos y por tus niños, que sin importar lo que te dijeran otros, apostaste a lo que te "salía naturalmente". Muchas veces es dificil transitar un camino que otros no comprenden pero siguiendo tu voz interna siempre lo que se cosecha te colma de felicidad.
    ¡Sigamos apostando a criar con nuestra voz interna!
    Besote grande!
    P.D: la del último comentario también sos vos verdad? A esto de ser mamá bloggera también hay que tomarle la mano jajaja

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  12. Yo soy la del ultimo comentario,pero no la del anterior comentario. jejeje

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  13. Bueno, a las dos Micas entonces... MUCHAS GRACIAS por pasar y leer esta aventura!!! Besos para ambas... que son tocayas y qué casualidad escribieron seguiditas je

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  14. Hace días que me apetecía pasar por aquí, pero no había podido ser hasta hoy.

    Y desde luego que voy a leer toditas tus entradas, porque me has dejado emocionada con tu parto respetado, con esa manera de contar, con ese amor que desprendes. Gracias por compartirlo.

    Un abrazo fuerte, fuerte!!

    Te sigo!!

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  15. Carol, estás super bienvenida a este espacio internético, me alegro un montón de que hayas pasado por aquí y me hayas leído!!!
    Y qué decir que te hayas emocionado con mi experiencia... puff! Es hermoso saber que con mis palabras puedo transmitir un poquito de lo bello que puede ser parir.

    Desde aquí te mando otro abrazote fuerte!!!
    Nos leemos :)

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  16. Sí que nuestras experiencias como mamás en mucho coinciden!! Que bello relato, y que felicidad encontrar una partera o parteros que nos entiendan! Felicidades por ser una mujer guerrera (así me dice mi partera) =) Un abrazo!!!

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