Reflexiones, ideas y anécdotas de una mamá puérpera...

sábado, 12 de mayo de 2012

El Poder del Discurso Paterno. La Juventud y el encuentro con la Propia Sombra.



La "falta": best-seller multigeneracional.

   Sí, Laura Gutman. Sus libros hoy pasan por tantas manos, sus palabras nombran realidades que han sido calladas, revaloriza y redefine el puerperio, no como esa "cuarentena" de recuperación física y abstinencia sexual que abuelas y madres se han permitido, si no, como el complejo, desafiante y posiblemente enriquecedor momento posterior a la "erupción volcánica" que es parir a un hijo. 
   Esta mujer, nos acerca la vivencia desde la mirada del niño recién nacido, plagado de necesidades viscerales: contacto, pecho, leche, arrullo, caricias, sostén, mirada... mamá. Y caemos en la cuenta de que la mayoría de los adultos de hoy y de ayer y de más atrás, fuimos niños con falta de ello, que para sobrevivir a la falta tuvimos que adaptarnos, amoldarnos, que adoptamos el discurso sobre la realidad nombrado por ese ser amado al que tanto necesitamos y no se encuentra disponible. La falta se transforma en carencia, carencia que necesita ser alimentada, colmada, calmada. Nos llega la ma/paternidad, con ilusión, inclusive con idealización. Se produce el choque, la colisión entre las necesidades urgentes del pequeño en brazos y nuestras propias necesidades pasadas no satisfechas. Y nuestro niño interno luchará por calmar su vacío creado en otro tiempo, mientras el verdadero (y único) niño de hoy nos reclamará, con todas las herramientas que tenga a su alcance, para que saciemos su pedido legítimo. 
   Laura Gutman nos alerta que resulta inevitable e imprescindible, para poder conectar, para poder "leer" a nuestros hijos, y comprender sus necesidades, mirar hacia atrás nuestra propia historia, enfrentar nuestra sombra, ese lugar en el que desde niños hemos ido depositando aquellas vivencias, sensaciones, privaciones, porque nos resultaba demasiado duro, demasiado doloroso como pequeños seres incorporarlas a la conciencia. La ma/paternidad y en especial, el puerperio es la oportunidad de cuestionar y cuestionarnos la forma en que hemos sobrevivido hasta ahora, el rol que hemos interpretado, en pos de construir relaciones reales, sinceras y más sanas con nuestros hijos.


Se dice de mi

   En la mayoría de los libros de Gutman, es el discurso materno, es decir la forma en que mamá nos presentó el mundo, organizó la realidad tanto interna como externa y se ha relacionado con nosotros, lo que incide profundamente en nuestra constitución psíquica y emocional. Pero hay ocasiones donde el discurso que "suena más alto" es el paterno. Y este es mi caso. 
   Fui la primer hija, de un matrimonio joven, aquel que me ha conocido desde esos tiempos me recuerda y me recuerdo, como una niña sorprendentemente extrovertida, fantaseosa, expresiva, que vibraba al bailar y se sentía libre y poderosa cuando lo hacía, me recuerdo sin importarme que mis zapatos "de salir" no combinaran con mis joggins ya que estaba determinada a lucirlos a toda costa, me recuerdo disfrazada yendo a comprar o jugando en la calle, me recuerdo sintiéndome protagonista y heroína de una película imaginaria. Esa fui yo de muy pequeña.
    A los cuatro años, llega a la vida de la familia, quien sería mi gran compañero de aventuras: mi hermano (luego, años después tendría otros a los cuales amo profundamente, para ese entonces la familia ya calificaba como del tipo "ensamblada").
   Dos años más tarde, gran crisis, divorcio. Cambio de estructura familiar, de barrio y de colegio. 
   La relación con mi padre y su participación en mi vida, (y yo en la de él) comienza a delinearse. Se establece un vínculo que muchos años después podría comprender. Empiezo lenta y tempranamente a ejecutar el rol que se me asigna: sostenedora emocional de un padre, confidente, protectora, generadora de soluciones. Eso es lo que se espera de mi, son las características que se me asignan y a través de las cuales se demuestra orgullo y aprecio. Al mismo tiempo se va generando la imagen de un padre abnegado, desamparado y víctima. Veo el mundo a través de ese prisma y funciono a la perfección auxilando, escuchando, manteniendo en pie a un adulto, sin ser consciente de ello, mientras soy una niña y así aunque los años no lo evidencien, mi infancia culmina, porque paso a tener la conducta adulta en esta relación. Comienza la angustia que se va profundizando, terapia infantil, análisis de lo superficial, que siguiendo la cronología y la lógica de los hechos hace pensar que se trata de los sentimientos "esperables" en un niño cuyos padres se han separado (y de forma poco sutil). La vida sigue así y la sombra se va haciendo más grande.

  
   El Lado Oscuro de la Luna

    Los años pasan y cada uno va formando una capa de un corsé que aprieta siempre un poco más. No  siento que tenga otra alternativa que responder, ahora no sólo a mi padre, sino al mundo entero de acuerdo a lo que espera de mi, sólo así me sentiré segura, amada y merecedora de ese amor. La exigencia es desmedida. No me permito fallar, no me permito actuar de otra forma que no sea la apropiada y esperable, no me permito ponerme en primer lugar ya que las necesidades de mi padre y todos los demás están primero, ya es casi inexistente aquella niña de los principios. Es agobiante, extenuante, es... IMPOSIBLE. Termino mis estudios secundarios y llegan los tiempos en donde mis espacios sociales se reducen a velocidades impensadas, comienzo a tener problemas para desenvolverme, para socializar, sólo puedo mantener un pequeño grupo de relaciones, ya que se torna peligroso ampliar el número de personas a las cuales "responder debidamente".
     Viendo esta realidad, comienzo asustada un camino, que tiempo después comprendería, se trató del encuentro con mi gran, oscura y profunda sombra.


   El Trabajo Dignifica

   Lo que obtengamos de una terapia no es el resultado de un acto de magia. Para que sea eficiente, es necesario saber que será un camino arduo, confuso, molesto, desafiante, esquivo y con la característica de NO responder a la urgencia de nuestras necesidades. Por más imperiosa que sea nuestra necesidad de solución, el proceso tiene su tiempo, y abrir, sacar afuera, verbalizar, confrontar la sombra que hemos mantenido a raya requiere de un trabajo donde muchas veces encontramos resistencias, a veces éstas provienen de afuera y muchas otras (las más difíciles) de nuestro interior. Yo lo supe. Porque estaba completa y absolutamente perdida. Sabía que no sería ni fácil, ni rápido. Que volverme a encontrar, a reconocerme por mí misma, conllevaría una tarea donde muchas veces desearía bajar los brazos, lo sabía porque estaba en mi peor momento. 
   Comencé a trabajar, a recordar, a conectar hechos, sentimientos, y registrar MIS necesidades y a intentar COMUNICARLAS. Los cambios, en forma lenta pero paulatina comenzaron a llegar, cada exigencia que me había autoimpuesto se fue desvaneciendo, como una capa que desaparece acercándome a mi verdadero yo, a mi ser más auténtico, y en el transcurso de la metamorfosis, me enamoré de alguien... y alguien se enamoró de mi.
    La relación con mi padre se deterioró, se cayó la imagen que él proyectaba y vi todas las grietas, vi la desprotección emocional y el desamparo. Mi desafío sería correrme del lugar asignado... el detalle es que practicamente toda mi vida me había mantenido allí, salir de ese casillero me daba temor, porque si dejaba de ser lo que él quería que fuera.... entonces que sería yo? y... qué sería yo para él?


    Cambia... todo cambia.

   Y lo impensado un día sucedió, un día, dije "hasta aquí", un día dije "yo no quiero más esto", un día renuncié al beneficio estar en un lugar seguro a costa del sacrificio de mi salud y mi felicidad. No creí que fuera posible, pero di un paso al costado. Fue duro y es una decisión que debo tomar periódicamente, porque la materialización de esto fue el distanciamento total y absoluto. No había otra manera. Cuando el otro no tiene posibilidad de revisar su discurso, de reflexionar sobre sus acciones, cuando se niega sistemáticamente a asumirse responsable de sus actos, niega la chance del intercambio. Y sin intercambio no hay posibilidad de modificación.
   Si bien ya había avanzado muchísmo, hubo un hecho que generó este salto de fe, fue el momento en que, después de desearlo, elegí ser mamá.    
Estas transformaciones, tienen una simultaneidad y conexión que pude ver tiempo después: cuando decidí transformarme en madre, pasé de sentirme una niña que espera satisfacer la CARENCIA de algo que nunca llegará, para sentirme mujer que TIENE para dar.

    
   Es así como el puerperio me ha encontrado. No es que mi sombra haya desaparecido, la sombra siempre está, la ventaja es que yo ya he nadado en oscuras profundidades, me vi cara a cara con mi lado más oscuro: me descubrí mirando la vida y mirándome a mi misma apropiándome del discurso paterno, haciéndolo mío, sintiéndome víctima imposibilitada de cambiar las circunstancias que me apremiaban, ver aquello del Otro que me daña, en MI, fue terriblemente doloroso.

   Hoy atravieso un puerperio que siento mágico y revelador, la locura más sana que he vivido, que por momentos me trae dudas y desafíos, que me genera miedos e incertidumbres, pero tengo un camino recorrido, un trabajo hecho, y un conocimiento de mi misma (de mi luz y mi sombra) que son las herramientas que utilizo para salir a flote. Y estoy atenta, y me pregunto y repregunto.
  Me siento segura en mis relaciones y con mis afectos, escuchando, apoyando y acompañando, de la forma en que puedo y cuando lo deseo. Puedo disfrutar de mi hijo y mi maternidad plenamente, con cada célula de mi cuerpo. No aspiro a la perfección, pero sí a ofrecerle mi amor y buscar hacerle sentir que será este, un amor infinito y desinteresado.

  Hoy puedo decir que con mucho esfuerzo, con personas hermosas, a las que estaré siempre agradecida, que me han acompañado desde siempre en esta travesía, me reencontré y me animé a ser YO. Si,  es verdad que hay más riesgo en ello... pero también... más recompensa.